15 jul 2008

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GUARDIANES DE ALTAMAR

Guardianes de alta mar ofrece una historia facturada con elementos demasiado vistos, pero si algo la salva del desastre es el trabajo del director, quien toma un guión falto de originalidad y lo mejora hasta entregar una película entretenida de más de dos horas.

Ben Randall (Kevin Costner), un ejemplar oficial de la Guardia Costera estadounidense, ha salvado cientos de vidas durante su trabajo en el Mar de Bering. Sin embargo, un accidente lo orilla a dejar su labor y a usar su experiencia, lejos de ahí, en la academia, donde debe desarrollar un programa de entrenamiento para nuevos guardacostas.

Entre los novatos, rápidamente se destaca Jake Fischer (Ashton Kutcher), un joven e impresionante nadador, demasiado seguro de sí mismo, pero que no termina de convencer a Randall, quien desconfía que el joven tenga la devoción y la dedicación que requiere la labor de rescate marítimo.

En una trama en la que se van desvelando semejanzas con Hombres de honor (George Tillman Jr. , 2000), maestro y alumno sostienen un duelo en el que tendrán que desnudarse ante el otro, mostrar su valentía y sus fisuras internas, para ganarse el respeto uno del otro.

En una muy conocida escena, vemos, pues, al instructor, advirtiendo a sus estudiantes que tres cuartas partes de ellos no superarán el entrenamiento, mientras que de los que lo superen, sólo un pequeño grupo vivirá lo suficiente como para llegar a retirarse. Todo esto, para después olvidarse del grupo y enfocarse en el más talentoso de los muchachos a quien somete a actividades demandantes que buscan llevar a éste a sus límites.

Lo que de sí parece una línea argumental un tanto gastada, se cruza en otro momento con lo que parece una derivación de Reto al destino (An officer and a gentleman, 1982), una vez que Ashton Kutcher conoce en un bar local a una joven maestra llamada Emily (Melissa Sagemiller), con quien inicia un romance a sabiendas que cuando él se gradúe tendrán que separarse.

Sin embargo, de algún modo, Andrew Davis se las arregla para mantener el interés en su cinta. Su habilidad para rodar secuencias de acción es bien conocida, pero Guardianes de alta mar no es exactamente un filme donde las escenas de este tipo abunden. Vaya, ni siquiera parecen ocupar los momentos climáticos.

El sostén del trabajo lo constituyen las escenas de entrenamiento, las pruebas a las que los estudiantes son sometidos, así como las breves aunque genuinas reflexiones que se hacen sobre la ignorada labor de los rescatistas. Además de funcionar en este nivel, hay personajes como el de Costner, bien diseñados a partir de pocos elementos. Esto permite, por ejemplo, darle profundidad a su drama personal que incluye la trágica muerte de sus amigos y la separación de su esposa, lo que además da verosimilitud a aspectos como el que este oficial lleve el recuento no de las vidas que ha salvado, sino de las que ha perdido.

Más allá de las simetrías y correspondencias con películas bien conocidas, lo que abre la puerta a desagradables comparaciones , el final que Davis regala a sus protagonistas, creo, es el mayor error. Referencia obligada, Una tormenta perfecta (Wolfgang Petersen, 2000) tuvo la virtud de llevar su tragedia hasta el final y, por decirlo de una manera muy simplista, matar a todos los buenos. Esos detalles, hacen que a veces una cinta modesta deje un recuerdo más perdurable.

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